Este texto de Rodrigo Pérez publicado el 18 de febrero de 2020, recoge la visita de Diego Vallejo al Centro de día de O Corgo el 17 de febrero del mismo año.
El copiloto Diego Vallejo encandila a jóvenes y mayores en una charla celebrada en el Centro del Día de O Corgo (Lugo).
¿Cuál es la herramienta que no debe faltar en un coche que participa en el Dakar? ¿Qué se siente al pasar del mejor equipo de rallyes del mundo a uno de los más humildes? ¿Qué poder de atracción ejerce el raid más duro del calendario para que cientos de personas anhelen sufrir el calor, el cansancio y las penurias que les aguardan en el desierto? Éstas fueron algunas de las muchas incógnitas que despejó ayer el lucense Diego Vallejo en una charla, organizada por el Centro de Día de O Corgo, a la que asistieron medio centenar de usuarios y otros tantos alumnos de varios colegios de la comarca. Un mes después de acabar su quinto Dakar, el copiloto de Meira quiso contar sus experiencias que, sin entender de edades, cautivaron tanto a mayores como a escolares.
Reconozco que, tras recibir la propuesta de moderar una charla de Diego Vallejo en un Centro de Día por parte de su dirección me invadieron las dudas. ¿Cuánto podía interesarles a esos mayores del rural un tema tan especializado como el motor? ¿Sabrían siquiera qué era el rally Dakar? . Todo aquel desasosiego apenas duró unas horas, el tiempo que tardó el propio copiloto en contactar conmigo. Quería ponerse manos a la obra para que todo saliese perfecto. Como si de un tramo cronometrado se tratase, ya tenía en su bloc todas las notas apuntadas, todas las anécdotas y enseñanzas que su exitosa vida profesional le había proporcionado. Y quería trasladárselas con todo detalle a aquella variopinta audiencia formada por casi cincuenta mayores, muchos de ellos con diversas patologías asociadas a la edad. A éstos, además, se les sumarían en torno a cuarenta alumnos de varios colegios que no querían perder la oportunidad de escuchar las vivencias de uno de los copilotos de mayor prestigio internacional.
La humildad del segundo de a bordo
Parafraseando el famoso dicho, detras de un gran piloto siempre hay un mejor copiloto. Alejado de los focos, del protagonismo y, gran parte de las veces, de las alabanzas y la fama, preparan con profesionalidad y esmero todo lo que rodea a la competición: la documentación, las herramientas, las notas, el reglamento… Es obvio que Diego Vallejo lo lleva en la sangre. Y ayer lo demostró. Llega más de una hora antes del comienzo, se preocupa por montar él mismo el sistema de proyección e, incluso, por colocar las sillas donde se van a sentar los asistentes. Hace un par de días estaba ofreciendo esta misma charla a los jóvenes de la Academia del Real Madrid. Cobrando. Hoy lo hace gratis y ante una audiencia mucho menos selecta. Su dedicación y entrega es la misma. Es la humildad que le inculcaron sus padres, propietarios de un pequeño taller del automóvil en Meira, el lugar en el que, junto a hermano Sergio, comienza a gestarse un sueño: correr las carreras más prestigiosas del mundo. Y es ese largo y arduo camino desde una aldea lucense hasta lo más alto del podio sobre el que se asienta su discurso, plagado de anécdotas y, sobre todo, de valores humanos que ha ido recogiendo kilómetro a kilómetro.
“Hace unos días el Real Madrid le pagaba por ofrecer esta charla a sus canteranos, hoy lo hace ante una audiencia menos selecta totalmente gratis”
Dos veces campeón de España de rallyes, otras tantas de Todo Terreno, varios podios en el mundial o cinco dakares finalizados, todos en los que ha participado, son parte de un palmarés que ha convertido a Diego Vallejo en uno de los pocos copilotos de este país que pueden vivir de su profesión. Pero, más allá de los logros deportivos, lo que hace especial a este lucense es su cercanía, su carisma, su manera de contar la historia de su vida. Mantiene a la audiencia en vilo, atenta y con todos los sentidos puestos en lo que narra. Apenas un ataque de tos seca nos recuerda donde estamos y a quién le estamos hablando. Rápidamente, con mucho tacto y dulzura, varias trabajadoras del centro salen del auditorio con la anciana para no interrumpir la charla.
Anécdotas y enseñanzas vitales
“¿Sabéis qué dos cosas me preguntaron cuando Citröen, el mejor equipo del mundial de rallyes, me quiso fichar? Mi peso y si hablaba inglés” – las profesoras allí presentes asienten y sonríen con complicidad. Son conscientes que esos adolescentes, hoy ensimismados con las aventuras que están escuchando, saldrán de esa visita con unos valores reforzados, tanto a nivel humano como académico. “Estudié para hacer lo que yo quería. Busqué, entre todos lo caminos, aquel que me permitiría vivir del motorsport. Si no era piloto sería copiloto, si no, periodista o mecánico”.
Su abrupta salida de la élite, al sentirse explotado y engañado, no supuso a Vallejo un trauma difícil de llevar. “No creo en eso de que el tren sólo pasa una vez. Si no vas en tren, puedes ir en autobús, coger un taxi, o incluso ir andando. Yo quería correr, en donde fuese. Dar un paso atrás me permitió abrir otras puertas como, por ejemplo, poder ir al Dakar, otro de mis grandes sueños cuando era niño”. Las experiencias del copiloto en el raid más duro del mundo son las que más expectación y murmullos crean. Valores como el esfuerzo, el compañerismo, la fuerza de voluntad o el sacrificio inundan su discurso. Y, ante todo, la humildad del que se siente minúsculo en la inmensidad del desierto. “Este año corrimos junto a Carlos Sáinz, Fernando Alonso o Sebastian Loeb, pero allí todos somos iguales. Nunca sabes cuándo la carrera te bajará los humos. El Dakar es una gran cura de humildad”. Las fotos que acompañan a su presentación también despiertan admiración y asombro a partes iguales. Paisajes nunca antes vistos por los mayores e incluso por los propios escolares. Fotos del antes y el después de una etapa maratoniana. Y arena, mucha arena.
“El Dakar es una gran cura de humildad. Te baja los humos en cualquier momento”
Diego Vallejo
Para afrontar el reto dakariano Diego tuvo que reinventarse: aprender orientación, mecánica y psicología, mucha psicología con la que aguantar y animar al piloto entre rocas y dunas. Y todo eso con menos medios y recursos. Como en sus inicios. Y, aún así, disfruta más con lo que hace. Con una sonrisa franca y honesta cuenta sus sinsabores y sufrimientos sabiendo que su cabeza ya está pensando en la próxima edición. Pero no quiere acabar su relato sin aconsejar a su peculiar audiencia, esos usuarios del centro de día que, durante décadas, se han dedicado a la ganadería y agricultura “Si algún día se les ocurre participar en el Dakar, no se olviden el sacho. Es lo único indispensable. Cuando el coche se entierra en la arena, no queda otra que sachar, como en la huerta”.
Bibliografía:
Bernal, M. (1997) La crónica periodística. Tres aproximaciones a su estudio. Sevilla: Padilla. de Diego, A. (2007) La crónica periodística. Un género personal. Madrid: Universitas.
de Diego, A. (2015) Periodismo escrito (II). Los géneros interpretativos. Madrid: CEF.
Díaz, J. (s.f.) Géneros periodísticos. Información e interpretación. Bilbao: Universidad País Vasco.